El Domingo de Ramos, la entrada a la pasión y muerte de Jesucristo

El Domingo de Ramos, la entrada a la pasión y muerte de Jesucristo

Por Ramón Elías Duarte Quintero

La Semana Santa o Semana Mayor, inicia con el Domingo de Ramos, la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. Y es triunfal porque según el texto bíblico de Lucas 19, 28-40, Jesús es acogido por los galileos que residían en Jerusalén, porque las autoridades de esa ciudad judía le tenían prohíbo a los jerosolimitanos (gentilicio de Jerusalén) hablar de Jesús.

Ese día Jesús, el Mesías, es recibido por una muchedumbre que desafió al Clero judío, y agitando palmas y ramos de olivo, le gritaban « ¡Bendito el que viene como Rey, en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en lo más alto de los cielos!» mientras Él montaba un burro.

Jesús sabía que en Jerusalén sufriría hasta la muerte, pero lo hizo por amor a cada uno de nosotros, incluso, por los mismos judíos y publicanos que se habían dejado manipular por el Sanedrín (Consejo supremo de carácter religioso, judicial y administrativo), entregando falsos testimonios en contra de Jesús para meterlo en la cárcel.

Las autoridades judías en la época de Jesús, era una teocracia; es decir, un trío de fuerzas conformado por una nobleza sacerdotal o clero religioso; una nobleza de ancianos, que constituían una autoridad laica; y los escribas, la autoridad sapiencial.

Políticamente las tres fuerzas estaban alineadas y gobernaban en el nombre de Dios; todos pertenecían a las familias pudientes de la ciudad, lo que hoy conocemos como oligarquía o grupo minoritario que ejerce poder.

Las autoridades judías censuraban a Jesús por su postura frente a la ley y al templo, al que habían convertido en instrumento de negocios. Ellos sentían celos y miedo al ver cómo el pueblo, la clase social baja y trabajadora de la época, seguía a Jesús.

Su discurso fue tan convincente que muchos judíos habían sido seducidos; es decir, creyeron que Jesús si era el Mesías; a ellos se le conoció como los judíos mesiánicos.

Pero el establecimiento teocrático no se daría por vencido y puso en práctica la frase de Joseph Goebbels, asesor de imagen de Adolfo Hitler, «Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá», y lograron lo que la historia de la humanidad conoce: Jesús fue condenado por blasfemia en dos juicios irregulares y ajusticiado por Pilato. Este relato hace una analogía de lo que en la actualidad sucede en varios países latinoamericanos.

Durante esta Semana Santa recordaremos los últimos momentos de Cristo en la Tierra: la pasión, la muerte y la resurrección.