Cualquiera menos Petro. Bajo esta premisa elegimos en las pasadas elecciones al peor presidente de la historia reciente del país; el desprecio, terror, incertidumbre y odio que dibujaron en el imaginario colectivo contra un candidato alternativo, nos llevó a un gobierno que en retroceso de la historia le apostó al fracaso de la paz, a la inequidad, a la selectividad de la justicia; con un único logro, para desgracia de sus adeptos políticos, como lo es el estruendoso cataclismo electoral de su partido político.
Al decir del profesor Gilberto Tobón Sanín, el Centro Democrático pasó de ser el partido que ponía presidentes, para ser ahora el que los quita. A cada campaña llegaron como la mala hora, arrastrándola al fracaso con la misma rapidez con que saltaban a otra.
Comenzaron con la Cabal y en medio de la mezquindad que no los dejó gobernar exitosamente se fueron para donde Oscar Iván Zuluaga, un buen ciudadano, al que trituraron entre el regionalismo del gran jefe y los entuertos contractuales de la familia Char, de ahí brincaron a las huestes de Federico Gutiérrez, quien, a pesar de contar con toda la institucionalidad y los poderosos clanes regionales, perdió la opción apenas se declaró afecto al uribismo.
‘Fico’, apague la luz y cierre la puerta. Le aplicaron la misma dosis de los anteriores, el mismo día de la primera vuelta presidencial ya no pensaban en el “presidente de la gente”, sino en el plagiado lema de “no robar, no mentir, no traicionar”, con tan mala suerte que el fracaso no dependería solo de ellos, sino de las mañas y el temperamento grotesco del candidato.
Bastó una semana para que las aguas retomaran su cauce y la favorabilidad de las encuestas volviera a estar en su contra.
En esas estamos. Ahora nos quieren repetir la fórmula, tienen un pésimo candidato, pero confían que el antipetrismo cultivado por décadas les alcance para mantenerse en el poder, aún a sabiendas del riesgo que corre la nación en el evento de elegir como presidente de la República a un personaje con las características de Rodolfo Hernández.
Cualquiera menos Petro. Se oye repetir a esos miles de colombianos que crecieron detenidos en el tiempo, pensando que ser guerrillero del M-19 es un pecado que no se perdona con más de treinta años de vida democrática sin tacha ni reincidencia, poco interesa su lucha contra la parapolítica, las chuzadas del DAS, los falsos positivos, el carrusel de la contratación en Bogotá y las coimas de Odebrecht. En su selectivo imaginario la insurgencia no prescribe.
Cualquiera menos Petro. Prefieren votar por un falso adalid de la moral pública que por un ciudadano comprometido con la paz de nuestro país. Son fanáticos, poco les interesa el llamamiento a juicio por corrupción que pesa contra el candidato Hernández, tampoco que el gerente de la Empresas Públicas de Bucaramanga cuente la verdad que no le favorece al alcalde imputado.
Cualquiera menos Petro. Repiten una y otra vez quienes satanizan desde el prisma religioso al candidato progresista, olvidando el irrespeto a la santísima y siempre Virgen María o a las valiosas mujeres que, con esfuerzo, disciplina e inteligencia diariamente honran los espacios conseguidos a través de años de lucha reivindicatoria.
Cualquiera menos Petro es el cúmulo de sofismas que solo sirven para manipular voluntades. Lo grave es que con estos prefabricados criterios está en riesgo no solo Gustavo Petro sino la estabilidad del país entero, porque podríamos estar ad portas a un abismo llamado ‘incapacidad mental para gobernar’, que países vecinos resolvieron con destitución. ¿Será que nuestro ordenamiento jurídico es capaz de hacer lo mismo? Creo que lo mejor es elegir bien. Piénsalo. Fuerte abrazo. –
ANTONIO MARÍA ARAUJO