La cuarta verdad sobre política es la desinformación, por cierto, el arma más poderosa en una guerra asimétrica, pero perversa cuando inunda titulares de prensa sobre noticias falsas (fake new), estilo particular del publicista venezolano J.J. Rendón.
Por: Miguel Aroca Yépez
No son ni la sombra de lo que fueron los dos partidos tradicionales, precursores de la política liberal y conservadora. Hace años que estas dos colectividades no llevan candidatos propios para pelear la Presidencia de la República, porque se conforman con sobarle la chaqueta a los cacaos de turno.
Son hormigas de la política al detal: el puestico, el tamal, el concejal, el contrato y la jugadita. Así tejen bancadas. Tal para cual ser liberal o conservador. De ese liberalismo glorioso que en la segunda mitad del siglo 19 acabó la esclavitud y parió la única reforma agraria exitosa del país solo queda un plato de lenteja. No está mal enfocado el columnista y caricaturista de El Espectador, Julio César.
¿Resentido Social? Así tildan los arribistas a quienes no comulgan con el “Manual de Estupidez” del contrario, por eso la democracia se construye en la diferencia, reacciones que surgen del conocido enunciado: ¡Colombia solo cambiará cuando usted no defienda más una clase social a la cual no pertenece! Es que se ven como mosca en leche y hasta los ridiculizan por falta de identidad en el
afán de escalar del estrato 1 al estrato 6, lo que refleja complejos y falta de identidad.
Estigmatizar entre capitalismo y socialismo es una estratagema de engaño porque la mejor ideología es la excelencia del ser humano, virtudes que, aunque no son comunes pueden girar alrededor tanto de la izquierda como la derecha y otras vertientes, artilugio perfecto para defraudar a la gente.
La cuarta verdad sobre política es la desinformación, por cierto, el arma más poderosa en una guerra asimétrica, pero perversa cuando inunda titulares de prensa sobre noticias falsas (fake new), estilo particular del publicista venezolano J.J. Rendón. Lo de alias Cacas para etiquetar al candidato presidencial, Gustavo Petro, es una falsedad que tuvo que desvirtuar la revista Semana, al tomar su nombre mentes retorcidas para una macabra acción.
Petro fue simpatizante del M-19, ni siquiera activista, y de haberlo sido hubiera sentado un precedente de heroísmo encaminado a reivindicar el derecho de los electores, que consagra la misma Constitución Política, ya que este grupo alzado en armas e inmerso en los delitos de rebelión y sedición, surge del malestar social que desencadenó el descarado fraude electoral del 19
de abril de 1970, consumado con mordaza de prensa, toque de queda y estado de sitio por el entonces presidente, Carlos Lleras Restrepo, contra el general y expresidente por golpe militar, Gustavo Rojas Pinilla, para montar a Misael Pastrana Borrero, en cumplimiento de los acuerdos del Frente Nacional, alternancia de poder pactada entre liberales y conservadores, supuestamente como una forma de acabar la violencia desatada por ambos partidos, nefasta experiencia que hizo florecer la corrupción e incapacidad estatal para afrontar los grandes retos del país, construir una sociedad más justa y una economía más humana.
Pero bueno, la política no es ajena a ciertas aberraciones, donde el masoquista es protagonista en cada debate electoral con su papel de enlace, no le retribuyen, pero siente placer sin recibir nada a cambio, es el lambón sano, diferente al lambón interesado que alaba, se arrodilla y se arrastra para conseguir favores. La tapa de la olla es el lambón dañino, que además de los defectos anteriores, despotrica e indispone al que con méritos se gana los espacios y es útil a la sociedad.