Volvieron a aparecer “los del nunca”. Con el discurso del Presidente Gustavo Petro ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el pasado 11 de julio sobre el estado de la implementación del Acuerdo de Paz con la extinta guerrilla de las FARC, los energúmenos opositores de la paz desempolvaron sus falacias para negarse a un Acuerdo Nacional y atravesarse a la iniciativa de un nuevo Fast Track que permita saldar el déficit legislativo que hoy arrastra el cumplimiento de lo pactado.
Fue el entonces presidente Juan Manuel Santos el que les enclochó el remoquete. Y no le falto razón. Porque la derecha uribista le dijo NO con uñas y dientes a la Ley de Victimas y Restitución de Tierras que recuperó la definición de “conflicto armado interno” a lo que el “patrón del ubérrimo” y sus áulicos denominaban “amenaza terrorista”, que se constituyó en la antesala a la apertura de diálogos de paz con las guerrillas. Después dijeron NO a los diálogos de la Habana y consideraron una traición imperdonable de un Presidente que ellos reclamaban como suyo. Cuando el Acuerdo de Paz se sometió al plebiscito, ellos adelantaron una campaña por el NO que a punta de mentiras sacaron una parte de la población a votar “emberracados” contra la paz. Luego dijeron NO a las modificaciones incorporadas en el Acuerdo del Teatro Colon. Y dijeron NO al Fast Track y votaron NO todas las reformas derivadas del Acuerdo y puestas a consideración del Congreso. Lo dicho: Nunca les gusta nada cuando de paz y cambios democráticos se trata.
Los mensajes dejados por el presidente ente el Consejo de Seguridad dan cuenta de un balance de los cumplimientos por parte del Estado y del actual gobierno del Acuerdo de Paz, luego de un cuatrienio anterior cuyo presidente Duque se propuso hacer trizas el acuerdo. Pero también señalo los bloqueos y obstáculos estructurales e institucionales que impiden el cumplimiento pleno de un pacto de paz que constituye un compromiso de Colombia ante el mundo. Se atrevió Petro a solicitar mayor apoyo de la comunidad internacional, e incluso a extender por 7 años mas la vigencia temporal del Acuerdo.
Los conocedores del tema y la propia Misión de Verificación de las Naciones Unidos o el Instituto Kroc sabemos que el rezago legislativo es brutal, del orden del 50%. En desarrollo rural y reforma agraria no terminamos de expedir las leyes para el funcionamiento de la tan esperada jurisdicción especial agraria o el ajuste a las normas que agilicen el acceso a tierras para los campesinos; siguen embolatadas la reforma política y electoral, y la nueva ley en materia de participación ciudadana; El tratamiento penal diferenciado para pequeños cultivadores de cultivos de uso ilícito previsto avanza a paso de tortuga después de seis intentos; y las modificaciones a la Ley de Victimas siguen en veremos.
No había terminado su alocución en Nueva York el Presidente cuando saltaron “los del nunca”. Como en los tiempos de Santos se niegan a tramitar cualquier acuerdo con el gobierno y las fuerzas políticas progresistas. Están empeñados en que su retorno al poder signifique el entierro de la alternancia política que se inauguró con la llegada de las izquierdas al poder. Y no se mueven un milímetro en pactar cambios que mejoren la vida de las mayorías. Ahora dicen que el Fast Track es para que Petro meta de contrabando sus reformas, cuando de lo que se está hablando es de saldar la deuda que el Congreso de la Republica aún tiene con el Acuerdo de Paz.
El nuevo ministro del Interior Juan Fernando Cristo, con el espaldarazo que pueda recibir del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y con unas nuevas mesas directivas de Senado y Cámara que se elegirán el próximo 20 de julio, tiene es sus manos la tarea de tejer los acuerdos políticos que eviten que los del nunca se salgan con la suya en detrimento de nuestro derecho a la paz.
Antonio Sanguino